Sentados a la orilla de cala fría hablábamos de la inmersión que íbamos a realizar. Álvaro se mostraba inquieto por el tema de bucear de noche pero sobre todo se le veía emocionado y espectante por aquello que iba a ver y las sensaciones que iba a experimentar. Cuando hizo su curso de open water realizamos la segunda inmersión por la tarde, y cuando salimos era casi de noche. Era Noviembre y en esas fechas hay pocas horas de luz, así que le recorde ese día y entendió que el buceo con más o menos luz al final es lo mismo, buceo.
Repasamos el equipo, los focos, los estrobos, las luces de posición e hicimos un breafing de la inmersión y de las señales, y tomamos referencias lumínicas. La noche era clara y el cielo estaba estrellado. La luna llena y el faro presidían la postal. De libro.
En cinco minutos estabamos en el agua y ese chico temeroso estaba de repente alejandose de mi totalmente inmerso en esas oscuras aguas transparentes gozando del espactáculo. Olvidó todo temor y le indiqué que fuéramos mas cerca y proseguimos.
Cuando buceas de noche se agudizan los sentidos, la vista se adapta y el silencio es ensordecedor. Tu cuerpo, tu mente y las burbujas saliendo por el regulador son la música de fondo. El foco alumbra aquello que iluminas y la eclosión de colores te embriaga ya que no hay difusión alguna que se interponga entre las algas, los corales, los peces y tú.
Octopus vulgaris |
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